martes, 28 de mayo de 2013

Comunicación persuasiva al servicio del Estado

No es secreto para nadie el papel que han jugado – perennemente - los medios de comunicación a razón de la dinámica política de un Estado. Y no menos cierto es que las políticas implementadas por el Gobierno para controlar su “contenido critico” son simple reflejo de sus debilidades.

En el caso de Venezuela específicamente, la información es proyectada en su mayoría por los medios audiovisuales, y específicamente la televisión, llega a una audiencia de más del 95% de los hogares; en cuyo caso transmitir información y estimular la formación de criterios ideológicos, se convirtió en la razón principal por la que los medios audiovisuales han sido considerados una herramienta básica en la consecución de objetivos políticos, económicos y, por supuesto, sociales.

Los medios venezolanos han ido adaptándose paulatinamente al empleo de nuevas tecnologías y optimizando sus procesos de recepción, redacción, diagramación y análisis de información, pero también a nuevos intereses propio de la esfera gubernamental. Por lo que la prioridad de transmitir las noticias que suceden en tiempo real pasaron a un segundo plano, motivado a iniciativas que les permite minimizar las debilidades propias del Estado y las oportunidades – subsiguientes - que tendría la oposición para calar en la gente… dejando en un tercer plano las vicisitudes de los medios por proyectar cualquier cosa a toda costa por sus ingresos. 

Recordaba yo, aquella vez en que Chávez, tuvo la iniciativa de formular con verdadero propósito un proyecto que recogía, las expectativas y necesidades de un pueblo, convirtiéndolo en la expresión del mayor consenso posible, en tanto la disposición de establecer criterios para la transmisión de contenido sexual de tipo C, D y E… Hasta allí iba bien la cosa!

Aunque las cifras de programas violentos y el uso de lenguaje inapropiado (referido no sólo a groserías sino que también a descalificaciones) proyectados en TV ascendía el 60%, en cuyo caso, la mayor preocupación estaría centrada en prohibir los programas que pudieran incitar al odio y la intolerancia por razones políticas, religiosas, diferencia de género, por racismo o xenofobia; resulto claro ver como sólo fueron cercenados aquellos de interés político. Por lo que las nuevas (y necesarias) responsabilidades que debían aplicar a los proveedores de medios respecto al contenido divulgado, no fueron más allá que para restringir el contenido de su interés… y no para el provecho de los venezolanos: padres trabajadores cuya TV hace las veces de “nana” para poder obtener – en mayor o menor medida - un quince y último que, consecutivamente servirá para pagar las deudas que a duras penas se puedan cubrir… y estamos claros que esto es sólo una parte de la problemática real que enfrentan los medios. 

La nueva estructura nos plantea un sistema de comunicaciones mayoritariamente público, y lejos de ser un medio alternativo de información, ha resultado ser parte de un monopolio de Estado que espera seguir construyendo la hegemonía comunicacional. Pero contrario a la creencia de nuestros polítiqueros de oficio, el crecimiento e inversión no se traducen en más audiencia… mucho menos en mayor porcentaje de votos!


Globovisión fue – en su momento - el canal que más sintonizaban los venezolanos (tanto de derecha como de izquierda) para informarse, criticar y/o analizar, con un 32% de preferencia; seguidamente Venevisión con 23%, Venezolana de Televisión con 21% y Televen con 12%, de acuerdo al sondeo Tomografía política de Venezuela, de la firma Datincorp, realizado a principios de año. No es de extrañar que con la salida de Mario Silva del programa “La Hojilla”, el diputado opositor Ismael García de “Aló Venezuela” y el periodista Francisco “Kico” Bautista (despedido), ninguna de las televisoras con alcance nacional conserven una línea editorial abiertamente independiente de las decisiones del Estado.

Hay otro afectado que aparentemente nadie menciona y constituye la base de sustentación económica de los canales: La publicidad. Pero a quien le importa? Para qué publicitar productos que ni siquiera se consiguen? – A fin de cuenta el gobierno bien puede financiar (con el dinero de los venezolanos) la programación mediocremente establecida.

Como diría nuestro queridísimo Oscar Yánez: así son las cosas! 

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